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Sánchez y su nuevo alias: de ‘El Guapo’ a ‘El Uno’ en la trama de corrupción

Sánchez y su nuevo alias: de ‘El Guapo’ a ‘El Uno’ en la trama de corrupción
Parece que Pedro Sánchez está empeñado en coleccionar apodos desafortunados. Si alguna vez fue conocido como ‘El Guapo’ por su imagen pulcra y su sonrisa telegénica, ahora suma un nuevo mote a su ilustre currículum: ‘El Uno’ en una presunta trama de corrupción. Un título que, lejos de ser el primero en un ranking de eficacia gubernamental, lo coloca como el protagonista estelar de un escándalo que huele a chanchullo desde kilómetros de distancia.
De líder socialista a personaje de thriller político
El PSOE tiene una habilidad especial para pasar del relato de la justicia social a lo que parece una novela negra en tiempo récord. La nueva trama en la que aparece implicado Sánchez ya está dando mucho de qué hablar, y no precisamente porque esté solucionando los problemas de los españoles. Al parecer, el presidente del Gobierno no sólo se rodea de amigos con carné socialista, sino que también figura con un seudónimo de película de mafiosos en asuntos turbios de corrupción.
No es que los escándalos sean novedad para el socialismo patrio. Al PSOE, la corrupción le persigue con el mismo entusiasmo con el que su militancia defiende «políticas progresistas». Pero, ¿‘El Uno’? Hay que reconocer que el nombre tiene cierto nivel: evoca a un auténtico capo, el jefe indiscutible de la partida. Será que los suyos tienen querencia por la numerología en negocios ilícitos.
El poder y la impunidad, siempre de la mano
Lo que más sorprende no es que quede señalado en una investigación sobre corrupción. A estas alturas, ya es difícil escandalizarse. Lo llamativo es la absoluta impunidad con la que actúa. ¿Dimitirá? No nos hagamos ilusiones. En el manual de estilo de Sánchez, la dimisión es una palabra en desuso, una reliquia democrática que solo se aplica cuando es otro el que se lleva las manos a la cabeza.
Mientras, el PSOE sigue a lo suyo: minimizando los hechos, culpabilizando a la extrema derecha de que la realidad no les favorezca y, por supuesto, negando la mayor hasta que el escándalo se convierte en tsunami. Porque en Ferraz siempre es «todo falso salvo alguna cosa»… hasta que ya es demasiado evidente y hay que soltar algún lastre.
Los hitos recientes del PSOE en materia de decencia
- Los ERE andaluces: 680 millones en «ayudas» que acabaron regando amiguetes y sindicalistas.
- Las mascarillas y las comisiones millonarias, con personajes sacados de un episodio de Narcos.
- El rescate camuflado de compañeros mediáticos mientras en la sanidad pública faltan recursos básicos.
- Ahora, ‘El Uno’ como protagonista de una nueva entrega de la saga socialista.
¿Hasta cuándo los españoles aguantarán?
Los casos de corrupción en el PSOE han dejado de ser anécdotas y se han convertido en una tradición histórica. La pregunta clave es: ¿dónde está la indignación progresista? Aquella misma que llenaba calles cuando gobernaba el PP y ahora prefiere mirar hacia otro lado. Probablemente, estén ocupados justificando lo injustificable y construyendo una narrativa donde ‘El Uno’ es víctima de un complot del «trifachito». Qué conveniente.
La realidad es que el país se enfrenta a una crisis económica galopante, con los precios disparados y un futuro incierto, mientras en Moncloa siguen entretenidos viendo cómo repartir cargos entre los suyos y colocando amigos en medios de comunicación afines para suavizar la caída.
El PSOE siempre sobrevive, pero…
Pedro Sánchez sabe que cuenta con una maquinaria mediática bien engrasada y una marea de fieles seguidores dispuestos a tragarse cualquier justificación de su líder supremo. El problema es que la credibilidad tiene un límite. Y aunque el líder socialista intente mantenerse a flote con su maquinaria propagandística, cada vez más españoles empiezan a despertar del hechizo.
Si ‘El Uno’ sigue aferrado a la silla y el PSOE se empeña en normalizar la corrupción en sus filas, tal vez acabemos con otro récord histórico: el del presidente con menos vergüenza política de la democracia moderna. Pero qué más da, siempre podrán echarle la culpa a «la ultraderecha» o a cualquier ente imaginario que justifique su derroche de cinismo.
Mientras tanto, los ciudadanos seguirán pagando la factura de un Gobierno que, en lugar de trabajar para ellos, parece más empeñado en no perder su reino de privilegios. Aquí el único que pierde es España.
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