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Echenique descubre la decencia sacerdotal justo antes de que el juez lo siente en el banquillo

Echenique descubre la decencia sacerdotal justo antes de que el juez lo siente en el banquillo
El gran iluminado de Podemos ve la luz… cuando le conviene
Pablo Echenique, el adalid del progresismo de barra de bar, ha protagonizado otro de esos espectáculos que tanto gustan en la farándula política. Esta vez, el ex portavoz podemita ha decidido que, quizás, calificar en masa a los sacerdotes como “pederastas” no era la estrategia jurídica más brillante para evitar un juicio por delitos de odio. Así que, con la solemnidad de quien se desdice con toda la cara del mundo, ha proclamado: «La mayoría de los sacerdotes es gente honesta y hace el bien». Sólo le ha faltado besar un crucifijo en plena sala.
Pero como en esta novela tragicómica no hay misericordia judicial para los aspavientos repentinos, el juez ha decidido seguir adelante con su procesamiento. La Fundación de Abogados Cristianos ha llevado el caso hasta las últimas consecuencias y, pese a la defensa más digna de un monólogo que de un juicio, el exdiputado de Podemos se enfrenta a un proceso que podría costarle algo más que su credibilidad (si es que quedaba algo de ella).
Cuando la ironía te lleva directo al juzgado
Echenique, en su desesperado intento por convertir un acto de difamación en un ejercicio filosófico, ha explicado ante el juez que todo era un juego irónico. Porque claro, según él, «sería ridículo» decir que hay que deportar sacerdotes por los escándalos de abusos en la Iglesia, del mismo modo que deportar inmigrantes por los delitos de algunos de ellos.
- Que el argumento irónico se basaba en afirmar burdamente que los sacerdotes tienen más probabilidades de delinquir que los inmigrantes, ya es otro tema.
- Que se lanzara este mensaje en una plataforma pública sin aclaración alguna, también.
- Que ahora recule con un discurso derrotado sobre lo buenos que son los curas… pues bien, esperemos que al menos recuerde sus palabras la próxima vez que necesite redención retórica.
Con esta maniobra digna del circo político, Echenique ha intentado convencer al juez de que en realidad era un ejercicio de reflexión profunda. Sí, por supuesto, exactamente la misma profundidad que un charco en agosto.
Un juicio que sigue su curso
Por muchos malabares discursivos que haga, la maquinaria judicial ya está en marcha. La Fundación de Abogados Cristianos ha pedido que se abra juicio oral y su objetivo es claro: demostrar que los comentarios del exdiputado no eran más que puro odio encubierto en una pose provocadora.
El mensaje que desató la tormenta fue aquel en el que sugirió que «sería más eficaz deportar sacerdotes que endurecer la política migratoria«. Porque claro, toda discusión política debe tener un toque escandaloso para asegurar los retuits. Pero por lo visto, un chiste mal contado puede acabar costando caro cuando se cruza la línea de la difamación.
Ahora, la acusación solicita para Echenique:
- Un año de prisión.
- Multa de seis meses.
- Inhabilitación especial para ejercer cualquier actividad relacionada con la educación, el deporte o el ocio.
Vamos, que si pensaba en dar clases de moralidad (o de Twitter), se le va a complicar el panorama por una larga temporada.
¿Habrá más performance o finalmente asume las consecuencias?
Como buen estratega de la posverdad, Echenique no ha tardado en lanzar su propia campaña de victimismo. Ha criticado la decisión judicial en diversos medios y se ha presentado como el mártir de la «libertad de expresión». Además, sus seguidores le organizaron una protesta en los Juzgados de Plaza de Castilla, convertida en un show mediático en el que, por supuesto, el mensaje es que todo esto es una caza de brujas política.
El Juzgado de Instrucción número 38 de Madrid, sin embargo, lo tiene claro: hay indicios más que suficientes para sentarlo en el banquillo. Y aunque la Fiscalía ha intentado echarle un cable sugiriendo que el caso debería archivarse, el juez ha considerado que la acusación cumple todos los requisitos legales. Así que, aquí no hay escapatoria narrativa que valga.
Ahora, Echenique cuenta con diez días para definir su estrategia en el juicio: ¿Seguirá defendiendo su ironía o le dará otro giro al guion con una nueva epifanía sobre la moralidad sacerdotal? Pase lo que pase, está claro que con él, la comedia política sigue asegurada.
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