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Cuando la justicia tropieza con Sánchez, siempre hay una alfombra donde esconder la verdad

Cuando la justicia tropieza con Sánchez, siempre hay una alfombra donde esconder la verdad
El juez Juan Carlos Peinado, encargado del incómodo caso Begoña Gómez, ha soltado una de esas perlas que deberían enmarcarse en la entrada de la Audiencia Nacional: «Hacer justicia es dar a cada uno lo que merece, pero no siempre podemos». Claro, porque cuando se trata de la familia presidencial, la balanza de la justicia se inclina con una facilidad asombrosa. ¿Casualidad? No seamos inocentes.
El arte de la justicia selectiva
El caso de Begoña Gómez, la carismática esposa del presidente Sánchez, sigue su curso en un país donde los tribunales parecen tener dos velocidades: una para los ciudadanos de a pie y otra para los allegados del poder. Peinado se ha atrevido a enfrentar todo un entramado de casualidades: contratos públicos de dudosa legalidad y vínculos empresariales demasiado oportunos. Pero, como él mismo indica, aplicar la justicia como corresponde no siempre es una opción.
Porque claro, en España la justicia tiene un talento especial para volverse torpe cuando el investigado tiene carnet socialista o, peor aún, duerme en La Moncloa.
El PSOE y su «modus operandi» de la impunidad
Veamos un repaso rápido de cómo suele manejarse este tipo de crisis en el paraíso socialista:
- Negación absoluta: «Esto es un ataque de la ultraderecha y las cloacas del Estado».
- Campaña mediática de desprestigio: Cuando la justicia apunta en dirección incómoda, se activa la artillería propagandística para convertir al juez en el villano de la película.
- Blindaje institucional: Si el escándalo persiste, aparecen las declaraciones grandilocuentes de los ministros defendiendo la transparencia mientras en la trastienda se gestiona el carpetazo.
- Amnesia colectiva: Al final, un par de semanas después, con la agenda dominada por otro tema, el asunto se diluye como un azucarillo en el café.
La estrategia es vieja y efectiva. Mientras, el juez Peinado, que parece dispuesto a no seguir el guion habitual, ya se ha convertido en objetivo de la maquinaria socialista.
El juez que no encaja en el guion
Durante una intervención reciente en un evento sobre acoso escolar (porque justicia e injusticia son temas universales), el magistrado hizo una confesión que suena a advertencia: «El juez es un personaje». Sí, uno que cuando se atreve a señalar al poder, se convierte en el malo del cuento.
En su discurso, Peinado dejó claro algo que cualquier ciudadano medio ya sospechaba: la justicia en España no es ciega, es selectiva. Hay personajes a los que no se toca, y otros a los que el martillo de la ley les cae encima con una precisión quirúrgica. ¿Adivinen en qué grupo nunca están los altos cargos del PSOE?
De la imparcialidad a la alfombra roja
Lo más lamentable es que este patrón no es nuevo. Cada vez que el juez de turno tropieza con los intereses socialistas, surgen las zancadillas judiciales, los recursos interminables y la mano invisible del Ejecutivo echando tierra sobre el asunto.
Para la hemeroteca, recordemos algunos casos ilustres:
- Los ERE de Andalucía: Décadas de corrupción socialista enterradas bajo toneladas de burocracia hasta que la justicia tardó lo suficiente como para que los condenados pudieran disfrutar de su retiro con tranquilidad.
- Delcygate: La vicepresidente venezolana Delcy Rodríguez pisó suelo español en contra de todas las normativas. Resultado: nada. Bartomeu, en cambio, por un par de llamadas mal gestionadas en el Barça acabó arrestado.
- Y ahora, el caso de Begoña: si esto sigue el mismo patrón, pronto veremos una sentencia simbólica o, más probablemente, un caso archivado por causas «técnicas».
¿El destino del caso Begoña?
Juan Carlos Peinado se enfrenta a un dilema similar al de otros jueces antes que él: aplicar la ley hasta donde le permitan, o enfrentarse a una guerra mediática y judicial con final predecible. Porque en la España de Sánchez, la justicia no es que sea lenta. Es que cuando se trata de los suyos, tiene una predilección por las alfombras grandes y densas bajo las cuales esconder cualquier verdad incómoda.
Mientras, el ciudadano de a pie sigue observando el espectáculo desde las gradas, preguntándose hasta cuándo seguirá funcionando el mismo truco sin que nadie lo denuncie. Pero claro, ya lo dijo el juez: «Hacer justicia es dar a cada uno lo que merece, pero no siempre podemos». Al menos, no cuando el apellido del investigado empieza por “Gómez” y termina en “Sánchez”.
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