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El PSOE llora por una cruz mientras celebra derribar la historia a martillazos

Una cruz que pesa más que la memoria histórica

¡Qué sorpresa! El PSOE, ese partido que lleva la Memoria Histórica por bandera cuando le interesa, ahora se desgarra las vestiduras porque el PP en Aragón ha decidido desmontar una cruz en la Sierra de Albarracín. Y lo mejor de todo es que no es por su habitual afán de borrar del mapa todo vestigio que no se amolde a su relato, sino porque supuestamente representa un peligro medioambiental. Sí, han leído bien: una cruz de piedra resulta ahora una amenaza ecológica. ¿Dónde están los ecologistas de pancarta cuando se les necesita?

El súbito amor del PSOE por los símbolos religiosos

Resulta cuanto menos entrañable ver al PSOE, paladín de la progresía laicista, llorando por la inminente demolición de una cruz. Sí, ese mismo PSOE que apenas pestañeó cuando suplanadas de demolición se llevaban por delante las cruces del Valle de los Caídos o cualquier otro monumento que ellos etiquetaran como “franquista”. Y ahora, ¡oh, drama!, resulta que una cruz que lleva 80 años plantada en su sitio merece sus lágrimas.

Claro, solo han necesitado que el PP gobierne Aragón para que la cruz entre mágicamente en la categoría de “símbolo intocable”. Porque cuando el derribo lo ordena la izquierda, es un acto de justicia histórica. Cuando lo hace el PP (y encima con una excusa tan rocambolesca como el peligro medioambiental), entonces es una «tropelía intolerable».

Un rayo divino y una excusa más lamentable

Desde el Gobierno de Aragón aseguran que la cruz fue alcanzada por un rayo en septiembre, lo que provocó que “se rompiera una esquina” y ahora representa “un riesgo de atraer más rayos”. ¿Quién redactó el informe, un chamán premoderno? Porque la cruz lleva ahí desde 1939 y, que sepamos, no ha convertido la Sierra de Albarracín en un campo de tormentas permanente.

Lo más irónico es que la cruz ya tenía un pararrayos a menos de un metro, pero eso no pareció importar en el momento de justificar el derribo. Ni siquiera se contempló la posibilidad de una simple restauración. No, aquí la solución inmediata y definitiva fue cargarse la cruz. Total, ¿para qué reparar lo que se puede destruir?

Cuando la presión juega sucio

Más escándalo todavía generó la reunión municipal donde los vecinos de la localidad de Bezas votaron sobre el destino del monumento. Contrario a lo que podría pensarse, la votación no fue exactamente un libre albedrío. Según denuncian varios vecinos, la consulta estuvo marcada por las amenazas veladas:

  • Se insistió en que, si alguien votaba por mantener la cruz y había un “accidente”, la responsabilidad no sería solo del ayuntamiento, sino también de los votantes individuales.
  • A los vecinos no se les permitió votar de forma anónima, un pequeño detalle de transparencia que suele importar solo cuando conviene.
  • Algunos no empadronados en el pueblo, pero nacidos allí, no pudieron opinar.

Para colmo, cuando intentaron organizar una encuesta independiente en el WhatsApp oficial del pueblo para tratar de asegurarse de que la opinión de los vecinos se recogía sin presiones, el mensaje simplemente desapareció a los diez minutos, como en una mala novela de espionaje. A este paso, el PSOE tendrá que inventar la categoría de “memoria histórica que sí se puede borrar”.

Vox entra en escena y el PSOE se lleva las manos a la cabeza

Ante semejante espectáculo, no es de extrañar que Vox haya anunciado que recurrirá la decisión y tratará de proteger la cruz como bien de interés cultural. Algo lógico si consideramos que en España se protegen hasta farolas oxidadas del franquismo porque, ya saben, “son parte de la historia”. Pero claro, aquí la historia pesa menos que la narrativa partidista.

En el PSOE la indignación es máxima. No porque estén preocupados por lo que significa derribar una cruz, ni por la manipulación evidente de un proceso supuestamente democrático, sino porque esta vez no son ellos los que han aporreado la historia con un martillo. Y eso, para su manual de sectarismo, es un pecado imperdonable.

La conclusión de siempre: destrucción selectiva para todos

Así que aquí estamos. Una cruz caerá por un rayo y una excusa absurda. El PSOE, que ha pasado años derribando monumentos históricos sin pestañear, ahora se aflige de repente porque la orden no ha salido de su despacho, sino del rival político. Porque, al final, lo importante no es el patrimonio, sino quién tiene el martillo. Y, visto lo visto, el PSOE sigue soñando con ser el único capaz de repartir golpes.

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