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El miedo es libre: el testigo incómodo del caso Begoña se blinda de Moncloa

El miedo es libre: el testigo incómodo del caso Begoña se blinda de Moncloa

Ser testigo en un caso que afecta a la mismísima Moncloa debe ser parecido a llevar un cartel luminoso que dice: «Me gusta vivir al límite». Y ese parece ser el caso de Juan Carlos Doadrio, el ex vicerrector de la Universidad Complutense de Madrid, que tras declarar sobre el turbio asunto de la cátedra de Begoña Gómez ha decidido no tentar la suerte y contratar unos detectives. Porque si algo nos ha enseñado la historia es que a veces, el silencio es oro… y la autoprotección cuesta 6.000 euros.

¿Detectives contra quién?

Uno podría pensar que semejante dispendio en seguridad privada es fruto de la paranoia, pero claro, cuando se trata de Moncloa, las coincidencias suelen ser tan sospechosas como los currículums de ciertos catedráticos exprés. Doadrio, que testificó cómo la mujer del presidente intentó marcarse un máster a 15.000 euros la plaza, teme que su testimonio pueda tener consecuencias. Y visto lo visto, no se lo reprochamos.

Para asegurarse de no ser la enésima ‘casualidad’ en la política patria, Doadrio ha recurrido también a un despacho de abogados penalistas, Almagro Abogados, por si la impecable judicatura española decide que mejor apuntar en otra dirección. Porque ya sabemos cómo funciona esto: uno destapa un chanchullo y, de repente, el que acaba investigado es el que lo denunció.

Cuando «hay que crear una cátedra» significa «hazlo y calla»

Según el testimonio del propio Doadrio, el rector de la Complutense, Joaquín Goyache, lo llamó insistentemente hasta que por fin le largó la instrucción más directa del mundo universitario: «Hay que crear una cátedra para Begoña Gómez». No «¿qué te parece?» o «¿sería ético?». No. «Hay que hacerla», como el que encarga un café.

A pesar de su leve intento de resistencia («si tiene la documentación, pues bueno, vale…»), la maquinaria ya estaba en marcha. Y así nació la Cátedra de Transformación Social Competitiva, que según cuentan, dejó la competitividad transformada en un chiste.

La seguridad de Doadrio, ¿un reflejo de la ‘confianza’ en Moncloa?

Que un testigo clave en una investigación de corrupción duerma con un ojo abierto debería ser un indicador claro de que la confianza en las instituciones está en su mejor momento. Después de todo, si todo es tan transparente y legal, ¿por qué alguien que simplemente ha contado hechos necesita pagar detectives privados y abogados especialistas en problemas serios?

  • ¿Acaso teme visitas inesperadas de desconocidos encorbatados con carteras llenas de propuestas indecentes?
  • ¿Quizás le preocupa que un repentino ‘error administrativo’ reescriba su historial laboral?
  • O, simplemente, ¿intuye que la venganza política es un deporte nacional?

Sea como sea, lo cierto es que gastar 6.000 euros en seguridad no es algo que haga el ciudadano medio cuando cuenta la verdad. Salvo que la verdad afecte directamente a la mujer del presidente del Gobierno, claro.

Si no tienes currículum, busca amigos con poder

El ‘caso Begoña Gómez’ no es más que otro ejemplo de cómo en España se puede saltar de la nada académica a la dirección de una cátedra universitaria sin apenas despeinarse. Y si te surge algún problemilla (como la falta de titulación oficial, por ejemplo), pues ahí está el PSOE y su interminable red de contactos bien situados para hacer magia.

Begoña Gómez no solo consiguió la cátedra sin problemas, sino que además convenció al rector de convertirla en un chiringuito a medida, con profesores ‘bien relacionados’ y todo tipo de favores entre bambalinas. ¿Qué podía salir mal? Pues que alguien abriera la boca.

El precio de hablar

Doadrio es la prueba viviente de que decir lo que pasó en una citación judicial puede acabar saliéndote caro. Y visto lo visto, parece que su inversión en seguridad privada no es paranoia, sino prudencia.

Veremos cuánto tarda en aparecer alguna denuncia contra él por cualquier asunto irrelevante pero escandaloso. Porque ya sabemos cómo funciona esto en la España socialista: lo importante no es lo que se hace mal, sino quién lo cuenta.

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